Sí. Hoy voy a inaugurar la sección "cabreos", dado que es un estado de ánimo para el que necesito esta medicina y el cual alcanzo ultimamente a menudo. No lo leerá nadie me imagino, pero me importa una olorosa mierda. Hoy tengo ganas de despotricar.
¿Contra quién?. Esta vez el prestigioso premio de los cuernos de cabra se lo he otorgado a las señoras de pueblo.
Esas señoras que saben más de tu vida que tú misma. Envidiosas, rastreras, malas, brujas, las que se montan su propio Salvame en la puerta con la silla y en corrillo. Mirandote descaradamente al pasar, para luego criticarte y/o peor, contarle a tu abuela que andas como un gorila borracho. Las mismas que van a misa todos los domingos a lucir su rosario de perlas y luego hacen de todo menos el bien.
Yo por desgracia, he sobrevivido a la calle de mi abuela. Y lo cuento así como un veterano de Vietnam. Porque convirtieron mi infancia en un sin vivir, en un Gran Hermano se tiene más intimidad que en un pueblo donde todas las noches estas brujas montan sus aquelarres al fresco del verano.
Como en un pueblo del lejano oeste. Yo caminaba con mis 13 años recien cumplidos a las 8 de la tarde un invierno y dado que por desgracia se guardaban de salir a puerta para no resfriarse y acabar en el hospital, sentía sus miradas escaneandome desde las persianas que con inquietante ruido dejaban caer al pasar. Estoy segura de que si las palabras tuvieran colores, las suyas tendrían color mierda.
Lo peor es que por desgracia, cuando un ser querido apunta sus ultimos suspiros, las tendrás en el tanatorio como buitres carroñeros de la desgracia ajena, esperando darte otro golpe más. Y en cuanto te ven por la calle se apresuran con su malicia y su putrefacción moral a decirte con sorna que tu abuelo se muere.
La amargura de una vida llena de arrugas, achaques, malas intenciones, les corre por las venas. Sólo una pregunta amartillea mis pensamientos.
¿Por que no se van al puñetero infierno con su novio Satanás?
¿Contra quién?. Esta vez el prestigioso premio de los cuernos de cabra se lo he otorgado a las señoras de pueblo.
Esas señoras que saben más de tu vida que tú misma. Envidiosas, rastreras, malas, brujas, las que se montan su propio Salvame en la puerta con la silla y en corrillo. Mirandote descaradamente al pasar, para luego criticarte y/o peor, contarle a tu abuela que andas como un gorila borracho. Las mismas que van a misa todos los domingos a lucir su rosario de perlas y luego hacen de todo menos el bien.
Yo por desgracia, he sobrevivido a la calle de mi abuela. Y lo cuento así como un veterano de Vietnam. Porque convirtieron mi infancia en un sin vivir, en un Gran Hermano se tiene más intimidad que en un pueblo donde todas las noches estas brujas montan sus aquelarres al fresco del verano.
Como en un pueblo del lejano oeste. Yo caminaba con mis 13 años recien cumplidos a las 8 de la tarde un invierno y dado que por desgracia se guardaban de salir a puerta para no resfriarse y acabar en el hospital, sentía sus miradas escaneandome desde las persianas que con inquietante ruido dejaban caer al pasar. Estoy segura de que si las palabras tuvieran colores, las suyas tendrían color mierda.
Lo peor es que por desgracia, cuando un ser querido apunta sus ultimos suspiros, las tendrás en el tanatorio como buitres carroñeros de la desgracia ajena, esperando darte otro golpe más. Y en cuanto te ven por la calle se apresuran con su malicia y su putrefacción moral a decirte con sorna que tu abuelo se muere.
La amargura de una vida llena de arrugas, achaques, malas intenciones, les corre por las venas. Sólo una pregunta amartillea mis pensamientos.
¿Por que no se van al puñetero infierno con su novio Satanás?
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