sábado, 3 de marzo de 2012

La flor de París

Hoy tenía ganas de compartir con vosotros un pequeño proyecto que tengo en el cajón de " y cuando acabe la carrera....". Se me acaba de ocurrir hace un momento y como tenía el blog sin actualizar desde hace bastante, me he animado a enseñaroslo. Espero que os guste. Se llama "La flor de París", al menos de momento...


Bueno...aquí va...



En una sala espaciosa  en la que resaltan los tapices de color carmesí y borgoña, una doncella suspira ausente mientras el desfile de candidatos circula ante sus ojos haciendo alarde de su poder y riqueza. Ella, con sus ojos miel que brillaban como dos piezas de ámbar a la luz de las velas, llenos del agua de vida que diariamente falta, deseaba tan sólo unos instantes de soledad para poder llenarse de recuerdos de tiempos mejores.  Recuerdos del  mar al que invocaba buscando cualquier atuendo u objeto de color azul que le distrajese un momento al menos de su aburrimiento. Desde su mirada, todo podía leerlo y de no ser porque se sentía aturdida  hubiese podido levantarse y hablar con aquellas damas que con furia la criticaban al son de sus abanicos, sólo porque le interesaban más cosas que los polvos de belleza, la costura y los cotilleos de la corte.  Todos pensaban que eran los nervios que tenía al no decidirse por un marido, pero ella no tenía más que  nostalgia del viento salino que aun parecía acariciarle la cara como antaño.

Ni siquiera podía escuchar la música del cuarteto de violines que habían dispuesto para amenizarle la velada, aun con  los chillidos más agudos del violín. Ausente, miró de reojo la ventana que daba al jardín. La luz de la luna la llamaba en su otro nombre con su voz de plata. Ella entreabrió su boca,  el agobio del momento aun le daba más  hambre de libertad.

Un caballero se inclinó ante ella, apenas tendría unos 20 años. De forma cómplice la miró esbozando una sonrisa.

-          Yo también me aburro descaradamente mademoiselle- afirmó con su voz cálida en la mente de Charlotte. Ella atusó su pelo castaño con coquetería y apoyó su mano como un pétalo caído sobre la mano del joven quien le ofrecía una escapada de aquel lugar lleno de formalidad. Sus ojos buscaron los del joven y con intensidad le contestó.
-          Me alegro de encontrar a otro como yo, monsieur….
-          Lavignon- le interrumpió el joven, esta vez con su voz propia que salió de su garganta como agua de una roca.- si a vos os place pediré permiso a vuestra madre para que podáis tener un refrigerio ahí fuera, os veo cansada…

En apenas unos instantes, Charlotte pudo esquematizar la figura del señor Lavignon. No era lo que se dice un fornido caballero. Sino más bien larguirucho como una escoba. Tenía el cabello negro azabache, la piel blanca como un rayo de sol y los ojos pardos y oscuros, muy oscuros, tan oscuros  como un café. Su nariz era pequeña y recta y los labios jugosos. Era apuesto aunque de un modo extraño.
-          Sois muy amable monsieur Lavignon, no hay muchas personas a las que les importe lo que a  una mujer de dieciocho años pueda necesitar de verdad.
-          En tal caso, mi querida Charlotte, yo mismo seré su  mago libertador.  Y el primer truco que os mostraré  será la belleza  de la opulencia, quizá consiga acabar con vuestro aburrimiento.
-          Me alegra  tener  a un bufón a mi servicio- rió Charlotte mientras se deslizaba de la silla apoyando sus pies en el suelo. Casi de forma vaporosa acompañó a monsieur Lavignon que hacía tremendos esfuerzos por no estropear la galantería fingida a los ojos de monsieur   y  madam Dupont, quienes satisfechos de ver a su hija escoltada hasta ellos por un joven marques, daban por hecho que su querida hija ya estaba caminando hacia el altar.
-          A sus pies mi señora condesa…-besó Christian Lavignon la arrugada y fina mano derecha la mujer mientras ésta sonreía con aprobación- Señor…vengo a pedirle un pequeño espacio de tiempo para salir a la terraza con mademoiselle Charlotte….si fuera usted tan amable…
-          Oh, si, si, señor, tómese el tiempo que necesite, me imagino que dada la alegría de la fiesta necesiten ambos un refrigerio, este verano está siendo especialmente cálido..
-          No tanto como su bondad, señor…

La condesa ocultó su boca tras un abanico de encaje soltando una risotada de nerviosismo. Ni más ni menos que el  marques de Lavignon, no hacía más que pensar en que estaría en boca de todos los corrillos de las damas de Francia. Habría accedido incluso a darle la mano de su hija sin conocerlo en persona, pues era tal la fama del marques en cuanto a su fortuna y su educación exquisita que muchas de las jóvenes tan sólo hubiesen querido una mirada del muchacho para luego presumir entre cuchicheos en los palcos de la opera de Paris.

-          Ha sido un placer conocerlos en persona…discúlpennos…- se agachó Christian haciendo una elegante reverencia y se dispuso a acompañar a mademoiselle Charlotte lejos de aquel jaleo y aquel fuerte olor a perfume rancio.
-          Vanidad querida…ya lo sabes…la vanidad- sonrió de nuevo  Christian  a Charlotte mientras su complicidad  despertaba el recelo de muchas miradas de la sala que los veían alejarse  cruzando la puerta que daba a la terraza.

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